La alimentación tiene diversas funciones, algunas más conocidas que otras. Te explico de algunas de ellas:
Evidentemente, la alimentación es necesaria para mantenernos vivos, a través de sus nutrientes facilita que nuestro cuerpo funcione de forma correcta; de hecho, cuando tenemos falta o exceso de algunos de ellos, nuestro organismo puede empezar a fallar (y aquí no entraré en detalles, ya que no soy especialista en esta función de la alimentación).
También conocemos que la alimentación tiene una función social: una merienda para celebrar un cumpleaños, una cena de amig@s, un desayuno después de hacer deporte, un convite abundante para celebrar una boda... de esta forma, relacionamos la alimentación con algo positivo, divertido, momentos de conversación, de compartir; y parece que cuanta más comida, mejor. Así es que algunas personas con anorexia restringen su vida social (tanto dentro, como fuera de casa) para evitar comer o tener que dar explicaciones (¡y esta sería una señal de alarma!).
Aquí me quiero centrar en el papel que tiene la alimentación como regulación de las emociones. Piensa en cómo calmamos a un bebé cuando llora: le damos el pecho o el bibe, no sabemos qué ocurre, pero (a menudo) esto consigue calmarle. Lo que sucede es que el bebé relaciona la alimentación con el contacto físico, la sensación de seguridad y el bienestar que le produce. Y con esto crecemos, dentro de nuestra memoria preverbal. Ya de más mayores, también de adultos, podemos seguir sintiendo que la alimentación regula nuestras emociones: "si tengo ansiedad, como y me siento más tranquil@", "estoy triste y comer dulce me ayuda a sentirme mejor", "me ha salido tan bien el trabajo que me merezco un premio" (relacionado con comer algo que sé que no me conviene).
Si la alimentación es un recurso de regulación emocional que no utilizamos en exceso, nos puede ser "útil". Pero es un recurso aparentemente inocente que nos puede acarrear algunas consecuencias si se nos va de las manos.
LA CULPA. Comer regula nuestras emociones a corto plazo, si. En un plazo inmediato más bien. Pero luego vuelve la emoción acompañada de su amiga la CULPA (por haber comido algo que no deberíamos).
SOBREPESO. Si solemos recurrir a la comida cuando nos sentimos "mal", o "bien", las posibilidades de tener sobrepeso aumentan, con lo que puede afectar a nuestra autoimagen, autoestima, etc. y con ello, volvemos a la CULPA.
SALUD. Si escogemos alimentos poco saludables para regular nuestras emociones, a parte de sobrepeso, pueden aparecer efectos negativos en nuestra SALUD... y otra vez aparece la dichosa CULPA!
ALGUNAS IDEAS:
Si notas que tu ansiedad disminuye al comer y aumenta después de comer, si te sientes culpable después de haber comido de más en una celebración... OJO, es posible que estés utilizando la alimentación para regular tus emociones, sin darte cuenta. Por ello:
PRÉSTATE ATENCIÓN. ¿Tengo hambre? Si la respuesta es NO, pregúntate: ¿Cómo me siento? Si crees que tienes emociones que necesitan ser atendidas, IDENTIFÍCALAS y, aceptando que la alimentación es un recurso existente para regularte, PLANTÉATE OTRAS OPCIONES SALUDABLES que te puedan ser útiles en caso necesario: haz deporte, medita, dibuja, canta, haz manualidades, escribe, habla con alguien... CREA TU PROPIA CAJA DE HERRAMIENTAS. Luego indaga qué te ha hecho sentir así.
Estamos acostumbrad@s a funcionar de manera automática, pero si estás atent@ a lo que ocurre en ti y vives en presente, podrás lograr muchos cambios.
Emma Pascual Herrera
Psicóloga col. 21595
www.emmapascual.com
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